"En lo que se refiere a las restricciones que sólo afectan a determinadas clases sociales, lasituación se nos muestra claramente y no ha sido nunca un secreto para nadie. Es de suponer queestas clases postergadas envidiarán a las favorecidas sus privilegios y harán todo lo posible porlibertarse del incremento especial de privación que sobre ellas pesa. Donde no lo consigan,surgirá en la civilización correspondiente un descontento duradero que podrá conducir apeligrosas rebeliones. Pero cuando una civilización no ha logrado evitar que la satisfacción de uncierto número de sus partícipes tenga como premisa la opresión de otros, de la mayoría quizá -yasí sucede en todas las civilizaciones actuales-, es comprensible que los oprimidos desarrollenuna intensa hostilidad contra la civilización que ellos mismos sostienen con su trabajo, pero decuyos bienes no participan sino muy poco. En este caso no puede esperarse por parte de losoprimidos una asimilación de las prohibiciones culturales, pues, por el contrario, se negarán areconocerlas, tenderán a destruir la civilización misma y eventualmente a suprimir sus premisas.La hostilidad de estas clases sociales contra la civilización es tan patente que ha monopolizado laatención de los observadores, impidiéndoles ver la que latentemente abrigan también las otrascapas sociales más favorecidas. No hace falta decir que una cultura que deja insatisfecho a unnúcleo tan considerable de sus partícipes y los incita a la rebelión no puede durar mucho tiempo,ni tampoco lo merece. El grado de asimilación de los preceptos culturales -o dicho de un modo popular y nadapsicológico: el nivel moral de los partícipes de una civilización- no es el único patrimonioespiritual que ha de tenerse en cuenta para valorar la civilización de que se trate. Ha de atendersetambién a su acervo de ideales y a su producción artística; esto es, a las satisfacciones extraídasde estas dos fuentes.Nos inclinaremos demasiado fácilmente a incluir entre los bienes espirituales de una civilizaciónsus ideales; esto es, las valoraciones que determinan en ella cuáles son los rendimientos máselevados a los que deberá aspirarse.
Al principio parece que estos ideales son los que han determinado y determinan los rendimientosde la civilización correspondiente, pero no tardamos en advertir que, en realidad, sucede todo locontrario; los ideales quedan forjados como una secuela de los primeros rendimientos obtenidospor la acción conjunta de las dotes intrínsecas de una civilización y las circunstancias externas, yestos primeros rendimientos son retenidos ya por el ideal para ser continuados. Así, pues, lasatisfacción que el ideal procura a los partícipes de una civilización es de naturaleza narcisista yreposa en el orgullo del rendimiento obtenido. Para ser completa precisa de la comparación conotras civilizaciones que han tendido hacia resultados distintos y han desarrollado idealesdiferentes. De este modo, los ideales culturales se convierten en motivo de discordia y hostilidadentre los distintos sectores civilizados, como se hace patente entre las naciones.
La satisfacción narcisista, extraída del ideal cultural, es uno de tos poderes que con mayor éxitoactúan en contra de la hostilidad adversa a la civilización, dentro de cada sector civilizado. Nosólo las clases favorecidas que gozan de los beneficios de la civilización correspondiente sinotambién las oprimidas participan de tal satisfacción, en cuanto el derecho a despreciar a los queno pertenecen a su civilización les compensa de las imitaciones que la misma se impone a ellos.Cayo es un mísero plebeyo agobiado por los tributos y las prestaciones personales, pero estambién un romano, y participa como tal en la magna empresa de dominar a otras naciones eimponerles leyes. Esta identificación de los oprimidos con la clase que los oprime y los explotano es, sin embargo, más que un fragmento de una más amplia totalidad, pues, además, losoprimidos pueden sentirse efectivamente ligados a los opresores y, a pesar de su hostilidad, ver ensus amos su ideal. Si no existieran estas relaciones, satisfactorias en el fondo, seríaincomprensible que ciertas civilizaciones se hayan conservado tanto tiempo, a pesar de lajustificada hostilidad de grandes masas de hombres."
Freud - Porvenir de una ilusión - 1927
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